martes, 9 de junio de 2009

Los de hoy en día...

Algunos catalogan a los escritores en dos categorías: Los que aprenden de la vida; los que aprenden de las letras.
Para algunos escritores el mundo es el libro que leen. Para otros, lo que otro ha dejado en el papel (o en código binario) es aquello que les interesa.
Si bien Colombia no es un país de guerreros, sí lo es de minuciosos ratones de biblioteca. Ésta clase de hombres, los que pasan su vida en la seguridad de un cuarto frente a libros o pantallas de LCD, es graciosa: la mayoría vive la vida a través de impresiones ajenas.
Cada tanto se reune un grupo de criaturas que pertenece a este linaje, que gusta de la seguridad y que observa a la vida desde lejos. Hablan, tertulian, publican uno que otro libro. Algunos leen más que cualquier otro y escriben impresiones maravillosas, aunque frías: la poesía o la prosa de los que han conocido a la guerra que es la vida en el campo de batalla, y no en los libros (o en la Internet), siempre es más cálida y fiel.
Las conquistas de estos hombres de letras no son ciudadelas, mujeres, ni imperios corporativos, sino la corroboración de una cita, el encuentro con una imprecisión o con una falta ortográfica en el texto de un escritor que no es de sus afectos, o la condecoración honoris causa que les otorga alguna universidad que, por lo demás, es manejada por sujetos de su misma estirpe.

Algunos logran la inmortalidad. Otros, bueno... a esos solo los recuerdan sus iguales.

Un mendigo gritó en un mes de Julio en el centro de Santiago de Cali lo siguiente: Recen por mí, que soy una gonorrea.
Un escritor de aquella segunda categoría escribió: Recen por mí, que soy un cobarde.

Aunque pertenezco a la segunda categoría, no dejo de envidiar a la primera.

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