domingo, 10 de mayo de 2009

Asimov y la Eternidad

En la novela "The end of eternity" Isaac Asimov bosqueja un lugar en un tiempo que es todos los tiempos: la Eternidad es una compleja instalación y en ella los hombres corrigen los azares de la humanidad. En aquella empresa se hilan dos ingenios que llaman mi atención. Asimov emplea un lugar para hablar del tiempo, es decir, habla del tiempo en función del espacio (el error es recurrente en la literatura); Asimov elabora una ficción en la que el hombre es dios del hombre. Este es quizá un ingenio obligado para alguien que depositó su confianza en la ciencia, y en los hombres de ciencia. El ingenio de una cuarta dimensión espacial llamada tiempo no depara ninguna novedad: en la mitología de los grouklin existe un noveno infierno en el que se padece eternamente un ligero dolor. En aquella invensión, de data más antigua que la de Asimov, quien padece puede escapar del tormento si olvida los significados de las palabras, entre ellas dolor. Entre la versión de Asimov y la que nos lega la mitología grouklin existen varias similitudes: el tiempo no deja de concebirse espacialmente (quizá el ser humano sea incapaz de lo contrario); existe un observador en todos los tiempos y un ser observado en cada uno (en la versión grouklin el ser observado y el observador son el mismo y todos los tiempos son cada uno). De aquellos horrores de tiempos, espacios, observadores y seres observados me abruma una fugaz conjetura: la eternidad es un eterno padecimiento; la salvación es el olvido.

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