jueves, 14 de mayo de 2009

Sobre The Martian Chronicles

La lectura de obras de literatura fantástica (incluyo a la ciencia ficción) puede resultar ociosa, pero juzgo sensato atribuirle una cualidad: la posibilidad que tiene de estimular el imaginario.
La literatura, como todas las artes, exterioriza lo mejor y/o lo peor de nosotros mismos. El hecho que tantos seudónimos se hayan usado durante tantas eras no es fortuito. Entre todos aquellos horrores que conjura la literatura fantástica (un planeta en forma de anillo, una nube capaz de devorar elefantes, una camiseta que alguna vez fue la piel del primer hombre, etc.) hay uno que no deja de conmoverme: ese cuarto planeta devastado que Ray Bradbury llama Marte, nombre que nos toca íntimamente. Quizá la guerra y la conquista hayan traído a los primeros marcianos a la Tierra y esos adanes y evas hayan escrito con sangre nuestro destino. Quizá el primer humano fue marciano y desde entonces añoremos el lejano hogar entre las estrellas. Quizá nuestra sangre sea roja porque ese es el color de nuestra tierra verdadera. Quizá seamos el sueño de algún niño de ojos amarillos y piel morena o alguna de sus lecturas. Incluso estas palabras...

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