jueves, 21 de mayo de 2009

La Verga de Dios

Campoelías Arévalo, ex-director de proyectos de la IBM, me habló de un claro en el bosque nariñense, cercano al río Timbiquí: "Compañerito, allá hay un cilindro de roca de unos 17 metros. Arriba tienen que aguantar hambre los jóvenes durante una luna para probar su hombría". Los lugareños llaman al lugar "Wualkalá". La palabra se significa a sí misma, y traducida al castellano quiere decir "La Verga de Dios".
Pregunté a Campoelías: "Si en la cúspide de la verga de Dios los jovenes deben probar su hombría, ¿en dónde se hacen mujeres las jóvenes?". Campoelías contestó: "En donde les toque. A ellas la sangre les anuncia el cuándo. No necesitan de tanto teatro como los hombres."

Un sabio árabe dijo que "... el campo de batalla es el tablero y nosotros somos las piezas. Los dioses juegan sobre las nubes.".

Recuerdo todas las batallas, que no han sido mías, que me lega la literatura. Recuerdo algunos de los personajes que he interpretado en las tablas (Hector Hushabye, Ludwig Wittgenstein, Walter Colt, Fileno, Zampoña) y ansío todos los roles que aun no he interpretado en la vida (ladrón de arte, Hitman, amante de 100 mujeres, campesino).

No he escalado un Wualkalá; no he padecido una luna entera de hambre; desconozco qué Dios mueve esta ficha de carne y cuál será el rol que mañana vestirá mi banalidad. Pero se que de todos los roles que el destino me depara uno me es más caro que el resto: ser quien descienda a la Vagina de la Diosa para permanecer una luna saciando su apetito.

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